Es muy común escuchar a los seguidores de algunas ideologías religiosas hablar de la espiritualidad y en muchas ocasiones criticar a las religiones organizadas, afirmando que las religiones son de hombres, mientras que la espiritualidad es de Dios.
Este juego de palabra en ocasiones tienden a confundir a aquellos que no tienen en claro el contenido semántico de cada palabra y de la real aplicación de las mismas. Al consultar a los especialistas en la lengua y tomando en cuenta lo dicho por el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), la palabra religión, es una palabra latina que denota, en primera instancia, un “conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto”.
Así mismo, el Diccionario RAE afirma que religión es la “virtud que mueve a dar a Dios el culto debido. Profesión y observancia de la doctrina religiosa. Obligación de conciencia, cumplimiento de un deber. La religión del juramento y orden”.
Esto se puede entender como que la palabra religión se aplica a la manera organizada de brindar el culto debido a Dios y en ella se incluyen las normas morales y las doctrinas, ordenanzas y la correcta conexión con la verdad divina que se supone provienen de una “autoridad” que puede ser un documento (como las Santas Escrituras) o por medio de la palabra hablada (por medio de líderes inspirados o profetas, videntes y reveladores).
Religiosidad o espiritualidad
Por otro lado, el mismo Diccionario RAE, define a religiosidad como la “cualidad de religioso. Práctica y esmero en cumplir las obligaciones religiosas y puntualidad, exactitud en hacer, observar o cumplir algo”. Una vez más se puede observar en esta segunda palabra que la religiosidad consiste en el carácter aplicable de aquello que reúne e indica el curso adecuado para la adoración. Es vivir aquellas normas morales, doctrinas y ordenanzas que se conjugan en la religión.
Por otro lado, la palabra espiritualidad, según lo reseña el Diccionario RAE, es la “naturaleza y condición de espiritual. Cualidad de las cosas espiritualizadas o reducidas a la condición de eclesiásticas. Obra o cosa espiritual y conjunto de ideas referentes a la vida espiritual”. En esta palabra se observa una conductividad entre el ser religioso y el ser espiritual. Esto podría dar paso a que no se puede ser espiritual sin que de una u otra forma se sea religioso. O en otras palabras, no se puede ser espiritual sin seguir una norma preestablecida en lo que puede llamarse religión o no.
En el libro de Santiago, en la Biblia, capítulo 1, versículos del 23 al 27 se puede leer con respecto a la religión verdadera: “Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque después de mirarse a sí mismo, se va, y en seguida se olvida de cómo era. Pero el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”.
Una religión verdadera
Se puede observar en estas palabras inspiradas que existe una religión verdadera y que la misma se establece en las acciones prácticas de las normas divinas y de las verdades eternas. En este mismo sentido, los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días saben que viven la religión verdadera cuando atienden el llamado Divino de servir al prójimo según las pautas que el Salvador Jesucristo y sus apóstoles primitivos enseñaron y de aquellos que aún hoy son dirigidos por Dios mismo a llevar la verdad en su plenitud a todos los hombres sobre la faz de la tierra; los profetas vivientes.
Según lo indica el manual Doctrina del Evangelio, Volumen 1, del Curso de estudio para los quórums del Sacerdocio de Melquisedec (1970-71, pág. 127). La referida cita de Santiago 1:23-27 “puede interpretarse en el sentido de que la persona que es religiosa se acuerda de los desafortunados y hay en ella un espíritu interno que la impele a hechos bondadosos y a llevar una vida sin tacha; que es justa y verídica; que no tiene, como dice Pablo, más alto concepto de sí que el que debe tener; que es cariñosa, paciente en la tribulación, diligente, de buen ánimo, ferviente en espíritu, hospitalaria, misericordiosa; que aborrece lo malo y se allega a lo que es bueno. La posesión de tal espíritu y sentimientos es señal verdadera de que la persona es religiosa por naturaleza”.
Vivir la religión en espiritualidad
Este mismo manual recalca que “las ordenanzas y requisitos exteriores de la Iglesia no son sino ayudas necesarias, mas no obstante indispensables, a la vida espiritual interior. La Iglesia misma, la organización, reuniones, ordenanzas, requisitos, son ayudas únicamente, pero muy necesarias, a la práctica de la religión verdadera; son ayos para dirigirnos por el camino de eterna luz y verdad”.
Los Santos de los Últimos Días saben que luego del tiempo de oscuridad espiritual que se extendió desde la muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo y de la muerte de Sus apóstoles sobrevino al mundo la Gran Apostasía, pero que nuevamente se restauró la verdad de Dios y Su Iglesia y se ha dado el conocimiento necesario para la correcta adoración a la Divinidad y con lo cual se restauraron las normas, ordenanzas y seguridad de la Verdadera Religión, con la que se puede llevar la vida en verdadera religiosidad y alcanzando altos niveles de la verdadera espiritualidad, pues “en el único campo en que los hombres pueden estar seguros de que hay conocimiento sin medida de verdades finales, es en la religión revelada”, afirmación dada por Bruce R. Mc. Conkie, del Quórum de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
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