Por Lisa Montague para MormonBeliefs.org
La mayor parte de las personas, incluso los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, esperan no tener que visitar a sus esposos tras las rejas. Es un concepto extraño para nosotros. Desafortunadamente, todos somos seres humanos y todos cometemos errores, y como dijo una mujeres, los errores de algunas personas son más grandes y más visibles que otros.
Mi amiga que dijo esto tiene experiencia de primera mano con errores de alta notoriedad ya que su esposo está preso en una prisión federal en un caso que fue ampliamente difundido en su comunidad anterior. Él está apelando su condena. El esposo de otra amiga también está en la cárcel y su caso está atravesando el proceso del sistema legal.
Soy solo una observadora de sus situaciones y no pretendo saber cómo se sienten, pero me puedo imaginar que el camino es solitario y da un poco de miedo. Mi propósito al escribir esto es ayudar a otros en cómo se puede ver que hay luz al final de túnel y que no están solos. De la experiencia de estas dos damas, aquí hay 5 cosas para recordar cuando un ser querido está en prisión.
1. El Padre Celestial nos ama y todo saldrá bien al final.
Una de mis amigas dijo que desde el principio necesitaba saber que el Padre Celestial le amaba a ella y a su marido y que todo estaría bien. Al difunto presidente Gordon B. Hinckley le gustaba que decir que “las cosas saldrán bien”. En momentos de angustia, a veces es difícil verlo así.
La hermana Elaine S. Dalton dijo:
El Señor nos ha prometido que al “escudriña[r] diligentemente, ora[r] siempre, se[r] creyentes,… todas las cosas obrarán juntamente para [nuestro] bien” (Doctrina y Convenios 90:24; énfasis agregado). Eso no significa que todo será perfecto o que no pasaremos por pruebas, sino que todo estará bien si es que seguimos adelante.
A veces las dificultades están porque nosotros mismos las provocamos y otras veces son el resultado de las decisiones de otros. Pero si nos enfocamos en hacer lo que está bien (o arrepentirnos de nuestros errores de ser necesario) entonces, las cosas saldrán bien al final.
Sobre todo, debemos recordar que el amor del Señor trasciende todas nuestras debilidades y nuestros pecados. El presidente Dieter F. Uchtdorf enseñó:
“Dios no mira la apariencia exterior. Yo creo que a Él no le importa para nada si vivimos en un castillo o en una casita, si somos apuestos o no, si somos famosos o desconocidos. Aunque estemos incompletos, Dios nos ama completamente; aunque seamos imperfectos, Él nos ama perfectamente; aunque nos sintamos perdidos y sin brújula ni guía, el amor de Dios nos rodea por completo”.
Él os ama porque está lleno de una medida infinita de amor santo, puro e indescriptible. No somos importantes para Dios a causa de nuestro currículum, sino porque somos Sus hijos. Él nos ama a cada uno de nosotros, aún a aquellos que tienes tienen defectos, los rechazados, los torpes, los apesadumbrados, los quebrantados. El amor de Dios es tan grande que ama aún a los orgullosos, los egoístas, los arrogantes y a los inicuos.
Esto significa que, sin importar nuestro estado actual, hay esperanza para nosotros. No importa cual sea nuestra aflicción, no importa nuestra pena, no importan nuestros errores, nuestro infinitamente compasivo Padre Celestial desea que nos acerquemos a Él para que Él pueda acercarse a nosotros.
Mi amiga dijo que sabiendo que las cosas estarán bien al final, ahora ella puede estar bien. Su fe en el amor y la guian del Padre Celestial le da ánimo para enfrentar las pruebas de la vida con fe. Ella sabe que en la medida que esté en la senda correcta ella estará bien, al igual que su esposo. Como dijo el élder Jeffrey R. Holland:
“A veces, como grupo o individualmente, quizás sintamos que estamos alejados de Dios, expulsados de los cielos, perdidos y solos en lugares oscuros y lúgubres. Muchas veces esa angustia la creamos nosotros mismos, pero aun en ese caso, el Padre de todos nosotros nos cuida y nos ayuda. Y siempre hay ángeles que van y vienen a nuestro alrededor, visibles e invisibles, conocidos y desconocidos, mortales e inmortales”.
No solo estas mujeres son las que necesitan saber que el Padre Celestial las ama sin importar lo que pase, sus esposos también necesitan saberlo. Y, aun cuando tengamos que enmendar el rumbo, si confiamos en nuestro Padre Celestial y tratamos de hacer el bien, “todas las cosas obrarán conjuntamente para nuestro bien”.
2. La situación requiere compasión y misericordia, no juicio.
Durante la Pascua de 2013, el esposo de mi amiga le pidió a mi esposo (que es su obispo) una bendición. Sus dificultades estaban llegando a un fin y él junto a su familia estaban asustados de cuál sería el resultado. Sentimos el Espíritu fuertemente mientras mi esposo, junto a otro poseedor del sacerdocio, administraron la bendición a este hombre. Fue sentenciado poco después de esto con ásperas palabras de parte del juez. Sin embargo, él y su familia permanecieron con el mismo sentimiento de paz que sintieron durante su bendición. No estoy tratando de decir de que ha sido fácil para ellos, pero fueron consolados por las palabras pronunciadas en su bendición.
Sería fácil para mi juzgarle es este caso (después de todo, fue hallado culpable). Pero no creo que tenga suficiente información para hacerlo y no deseo poder hacerlo. El profeta José Smith dijo:
“Nuestro Padre Celestial es más liberal en sus conceptos y más extenso en sus misericordias y bendiciones de lo que estamos dispuestos a creer o recibir… Dios no tolera el pecado (en el más mínimo grado), pero… cuanto más nos acerquemos a nuestro Padre Celestial, tanto más habrá en nosotros la disposición de sentir misericordia hacia las almas que están pereciendo; sentiremos el deseo de llevarlas sobre nuestros hombros y echar sus pecados a nuestras espaldas” (Enseñanzas del profeta José Smith, sel. Joseph Fielding Smith (1976, 257, 249-41).
Es por esta razón que se nos enseña a no juzgar a otros. Este concepto puede ser confuso. El Salvador enseñó que “no juzguéis, para que no seáis juzgados” (Mateo 7:1). En otro momento enseñó de que debemos juzgar “lo que es justo” (Lucas 12:57). El élder Dallind H. Oaks clarificó:
“Debemos, por su puesto, hacer juicios cada días en el ejercicio de nuestro albedrío moral, pero debemos ser cuidadosos en que nuestros juicios sobre las personas son intermedios y no finales”.
En otras palabras, debemos decidir si es que las acciones de una personas son incorrectas, pero no debemos condenar a las personas (lo que significa que no hay más esperanza de perdón divino para esa personas). El presidente Uchtdorf dijo:
“No sugiero que aceptemos el pecado ni que pasemos por alto el mal en nuestra vida personal ni en el mundo; sin embargo, en nuestro afán, a veces confundimos el pecado con el pecador y condenamos con demasiada prisa y con muy poca compasión. Sabemos por las revelaciones modernas que ‘el valor de las almas es grande a la vista de Dios’. No podemos calcular el valor de otra alma así como no podemos medir la extensión del universo. Toda persona que conocemos es de suma importancia para nuestro Padre Celestial. Una vez que lo entendamos, podemos comenzar a comprender cómo debemos tratar a nuestros semejantes”.
Con esto en mente, hagamos que nuestros corazones y manos extiendan en compasión a otro, para cada uno de los que andan por su propia difícil senda. Como discípulos de Jesucristo, nuestro Maestro, se nos llama a sostener y sanar en vez de condenar.
Generalmente no conocemos los pensamientos, intenciones ni los desafíos de la otra persona y no siempre sabemos los que está en su corazón; pero el Señor si. Esta es la razón por la que quienes están en prisión, y los seres queridos que dejan atrás, necesitan de amor, apoyo y ánimo en vez de ser juzgados.
El presidente Henry B. Eyring contó una historia sobre una amiga de su abuela que tenía un nieto obstinado. Este nieto escogió una vida de crimen y, con el paso del tiempo, fue enviado a prisión. El presidente Eyring dijo:
“Mi amigo recordaba que su abuela, al ir por la carretera para visitar a su nieto en prisión, derramaba lágrimas y oraba angustiada: “He tratado de vivir una vida buena; ¿por qué llevo esta tragedia de un nieto que parece haber destrozado su vida?.
“A su mente acudió la respuesta con estas palabras: ‘Te lo di a ti porque sabía que podrías amarlo y lo amarías sin importar lo que hiciera’.
“Esta es una maravillosa lección para todos nosotros… El Padre Celestial y Su amado Hijo aman a todos los hijos de Dios sin importar lo que decidan hacer o lo que lleguen a ser. El Salvador pagó el precio de todos los pecados, no importa cuán atroces sean. A pesar de que debe haber justicia, se extiende la oportunidad de la misericordia, la cual no robará a la justicia”.
Quizás sea solo yo, pero siempre pensé que la cárcel estaba llena de gente mala que merecía estar ahí. Luego de esta experiencia, he llegado a darme cuenta que, aunque algunos merecen estar ahí, eso no significa que sean malas personas. El presidente Uchtdorf dijo:
“En verdad, ‘todos [hemos pecado] y [estamos] destituidos de la gloria de Dios’; todos necesitamos misericordia. En el día final, cuando se nos llame ante el tribunal de Dios, ¿no esperamos que se nos perdonen todas nuestras imperfecciones? ¿No añoramos sentir el abrazo del Salvador?”
Parece correcto y apropiado el que extendamos a otros lo que tanto añoramos para nosotros mismos.
3. La Iglesia de Jesucristo ofrece recursos para aquellos que están en prisión.
Cuando el esposo de mi amiga fue arrestado hace una unos dos años atrás, ellos se preguntaban cómo le podrían hacer llegar las escrituras, una suscripción a la revista Ensign y otros materiales de la Iglesia de Jesucristo. Al menos en la experiencia de mis amigas, a los internos solo se le permite tener libros de tapa blanda que vengan directamente del distribuidor.
Pero la Iglesia ofrece recursos para aquellos que están encarcelados:
En colaboración son los Servicios de Bienestar en la sede de la Iglesia, los Servicios para la Familia SUD son responsable de los materiales y recursos profesionales para ayudar a quienes están en instituciones penitenciarias y a sus familias. Para solicitar asistencia, contactar a los Servicios Penitenciarios SUD al 800-453-3860, ext. 2-2644, o a [email protected].
Adicionalmente, algunas instituciones penitenciarias tienen obispos asignados para ayudar a los miembros allí. Cuando es permitido, la Iglesia de Jesucristo organiza programas y otro servicios en las instalaciones, incluyendo servicios de adoración con oraciones, discursos y reuniones de ayuno y testimonios. No se administra la santa cena, pero el Espíritu de Dios está a menudo allí. S. Brent Scharman, quien ha servido como líder eclesiástico en instituciones penitenciarias, escribió:
“He llegado a descubrir que las cárceles son lugares paradójicos: hostilidad combinada con oportunidades para el crecimiento espiritual. He tenido la oportunidad de observar lo que sucede cuando los internos escogen participar en la Iglesia donde que está disponible…
“No estoy seguro de haber sentido antes el Espíritu más fuerte que en una reunión con aproximadamente 100 internos celebrando la Pascua. El coro era sorprendentemente poderoso y demostró emoción y sinceridad genuinos. Los internos testimonios desde su corazón sobre su necesidad de la ayuda del Salvador en llevar a cabo un cambio real. Los sentimiento en al reunión ese día fueron de esperanza, optimismo y amor.
4. El poder del perdón y de la Expiación son reales.
Unas de las doctrinas que brindan más consuelo para aquellos quienes sus seres queridos están en prisión, son las del perdón y de la Expiación. El presidente Boyd K. Packer dijo:
“…con excepción de unos pocos que han optado por seguir la vía de la perdición, no existen el habito, la adicción, la rebelión, la transgresión, la apostasía ni el crimen en los cuales no pueda cumplirse la promesa de un perdón completo. Esa es la promesa de la expiación de Cristo”.
El evangelio de Jesucristo es un mensaje de esperanza, aún cuando todo parezca perdido. Para reclamar las bendiciones de la Expiación, debemos arrepentirnos de nuestros pecados. El presidente Uchtdorf enseñó:
“El verdadero arrepentimiento nos lleva de nuevo a hacer lo correcto. Para arrepentirnos verdaderamente, debemos reconocer nuestros pecados y sentir remordimiento, o la tristeza que es según Dios, y confesar los pecados a Dios. Si nuestros pecados son graves, debemos también confesarlos a nuestro líder autorizado del sacerdocio. Debemos pedir a Dios que nos perdone y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para corregir cualquier daño que hayan causado nuestras acciones. El arrepentimiento significa un cambio en la mente y en el corazón; dejar de hacer lo incorrecto y comenzar a hacer lo correcto. Produce una actitud renovada hacia Dios, hacia nosotros mismos y hacia la vida en general”.
La Expiación de Jesucristo es lo que hace esto posible. El presidente Packer dijo:
“Su arrepentimiento no puede aceptarse a menos que haya restitución. Si no les es posible reparar lo que hayan hecho, están en un grave aprieto. Es fácil de comprender cuan impotentes y desesperados se sienten entonces y por que… sienten también el deseo de darse por vencidos.
“…Restaurar lo que no se puede restaurar, curar las heridas incurables reparar lo que se ha quebrado y no tiene arreglo, es el propósito principal de la expiación de Cristo.
“Cuando el deseo que nos guía es firme y estamos dispuestos a pagar hasta “el ultimo cuadrante” (véase Mateo 5:2526), la ley de restitución queda sin efecto; nuestra deuda se transfiere al Señor. El se hará cargo de nuestras deudas”.
El arrepentimiento está disponible para todos, aún para aquellos que estado en la carcel. El presidente Hinckley dijo:
«Yo sé que este tema del que hablo es muy delicado. Hay criminales feroces que deberían ser echados en prisión. Hay delitos incalificables, tales como las violaciones y los asesinatos, que justifican la aplicación de severos castigos, pero hay quienes podrían ser salvados de largas y embrutecedoras condenas debido a un acto insensato. De alguna manera, el perdón, acompañado del amor y de la tolerancia, logra milagros que no podrían acontecer de ninguna otra forma.»
Mi amiga ve unos de estos milagros en la vida de su esposo. Él se está declarando culpable en su caso. Mi amiga me dijo luego de una de sus audiciones en el tribunal, “Estoy tan agradecida de que la fiscal no está para destruir a mi marido. Ella solo trata de ser justa, no está tratando de arruinar su vida”. La misericordia no le puede robar a la justicia. Pero a veces, en la búsqueda de justicia, podemos encontrar misericordia también.
5. Podemos ser instrumentos en las manos del Señor donde quiera que estemos.
El presidente Uchtdorf contó una historia muchos años atrás sobre una grupo de hombres que trataban de mover un piano de cola. Los hombres trataron de todas las maneras pero no consiguieron equilibrar el instrumento lo suficiente para moverlo con seguridad. Finalmente uno de los hombres sugirió que todos ellos se pararían cerca y que lo impulsarían donde ellos estaban parados. El presidente Uchtdorf dijo:
“Aunque parezca algo simple, el impulsar desde donde estemos es un principio de poder”.
Mi otra amiga y su esposo son un ejemplo asombroso de este principio. Desde el comienzo, su esposo se ha hecho amigo y trabajado para ayudar a elevar a sus compañeros reclusos. A veces también la pedido la ayuda de su esposa para ayudar a otros internos y a sus familias.
Ella dice que a menudo recibe mensajes de texto de ex reclusos. Uno de ellos dice: “Dígale a su esposo que estoy orando cada noche y leyendo mis escrituras”. Otro dice: “Dígale a su esposo que estoy bien y que estoy yendo a la Iglesia”.
Tan irónico como pueda sonar, ella y su esposo sienten que él ha sido llamado a una misión a la cárcel. El élder Oaks dijo:
«el juicio final no es simplemente una evaluación de la suma total de las obras buenas y malas, o sea, lo que hemos hecho. Es un reconocimiento del efecto final que tienen nuestros hechos y pensamientos, o sea, lo que hemos llegado a ser».
Mientras él está apelando su condena, el esposo de mi amiga está trabajando en ayudar a otros a darse cuenta de en lo que ellos pueden llegar a convertirse. Mis dos amigas están impulsando desde donde están. En primer lugar, ellas aman y apoyan a sus esposo y continúan viendo el bien en ellos, aún cuando otros no lo hacen. Ambas mujeres son fortalecidas por su fe en el Padre Celestial y el conocimiento de que sus familias están unidas por los convenios del templo.
Aún cuando están lidiando con sus propios problemas, están llagando a otros que les rodean. Una amiga dijo, “Siento como si hubiera sido tan bendecida por medio de esta prueba, que tengo ganas de ayudar y servir a otros donde quiera que me sea posible”.
Ambas son ejemplo de esta cita del élder Holland:
“Ruego que todos sintamos más gratitud y que estemos más dispuestos a creer en la promesa del Señor que se encuentra en uno de los pasajes predilectos del presidente Monson: ‘…iré delante de vuestra faz. Estaré a vuestra diestra y a vuestra siniestra… mi Espíritu estará en vuestro corazón, y mis ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros’. En el proceso de orar para que esos ángeles nos acompañen, ruego que todos nos esforcemos por ser un poco más angelicales mediante una palabra amable, un brazo fuerte, una declaración de fe y “el convenio que [hemos] hecho el uno con el otro’. Entonces tal vez nosotros podamos ser emisarios enviados de Dios cuando alguien, quizás un niño de la Primaria, esté llorando y diga: “oscuridad… miedo… río… solo”.
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