El contemplar a Mahoma desde el punto de vista del Evangelio restaurado proporciona un mayor conocimiento del amor de nuestro Padre Celestial por Sus hijos de todas las naciones.
Hace unos años recibí una llamada telefónica de dos miembros de la Iglesia de los Estados Unidos que habían trabado amistad con un vecino musulmán paquistaní. Cuando compartieron con él el relato de la Primera Visión de José Smith, su reacción les sorprendió. Tras dejar claro que los musulmanes no aceptan a ningún profeta después de Mahoma, dijo que el relato de José Smith tenía ciertas semejanzas con el de Mahoma. Él dijo: “Creemos que Mahoma se encontró con un mensajero divino que le informó de su nuevo llamamiento como profeta. Recibió revelaciones de una nueva Escritura que contiene la palabra de Dios para la humanidad y estableció una comunidad de creyentes que llegaron a formar una religión de gran importancia para el mundo”. Como sabían poco sobre los musulmanes, el Islam* y Mahoma, aquellos miembros de la Iglesia no estaba seguros de cómo responder.
Las cuestiones derivadas de esa experiencia aluden a un interrogante más amplio que atañe a todos los Santos de los Últimos Días en vista de la presencia mundial de la Iglesia y de la creciente diversidad entre las sociedades en las que vivimos: ¿Cuál es la actitud adecuada de los Santos de los Últimos Días ante las afirmaciones de otras religiones de que tienen profetas, Escrituras, visiones y milagros divinamente inspirados? Lo siguiente puede resultar útil y se basa en la comprensión del Evangelio que he ido adquiriendo a lo largo de los años que he vivido en sociedades musulmanas y estudiado su cultura. El ver el papel de Mahoma en la historia de las religiones desde el punto de vista del Evangelio restaurado nos proporciona una gran comprensión de la historia de uno de los líderes espirituales más influyentes de la historia. También nos permite apreciar el amor de nuestro Padre Celestial por Sus hijos en todas las naciones y nos da principios para guiarnos en la edificación de relaciones positivas con amigos y vecinos de otras creencias.
Pensamientos Sobre las Relaciones Interconfesionales
El presidente Gordon B. Hinckley ha abogado una y otra vez por el diálogo y el respeto mutuo en las relaciones interconfesionales, y ha aconsejado a los miembros de la Iglesia que “[cultiven] un espíritu de gratitud” por las personas que tienen creencias religiosas, políticas o filosóficas diferentes de las nuestras, y añadió que, al hacerlo, “de ningún modo tenemos que comprometer nuestra teología”. Él dio el siguiente consejo: “Sean… respetuosos con las opiniones y los sentimientos de las demás personas. Reconozcan sus virtudes; no se fijen en sus debilidades. Busquen los dones y las virtudes de ellas, y ustedes encontrarán dones y virtudes que les serán de utilidad” 1 .
El hincapié que hace el presidente Hinckley en la edificación del entendimiento entre confesiones tiene sus raíces en los principios básicos del Evangelio —la humildad, la caridad, el respeto por la verdad eterna y el reconocer el amor que tiene Dios por toda la humanidad— que enseñaron Jesús y los profetas, tanto antiguos como modernos. El Salvador afirmó en repetidas ocasiones el hondo interés que nuestro Padre Celestial tiene por el bienestar de cada uno de Sus hijos e hijas, como en el caso de la parábola de la oveja perdida (véase Lucas 15). En la parábola del buen samaritano, Él enseñó que una de las claves del verdadero discipulado es tratar a los demás con bondad y compasión a pesar de las diferencias políticas, raciales o religiosas (véase Lucas 10:25–37). Censuró la intolerancia y la rivalidad entre los grupos religiosos y la tendencia a ensalzar nuestras propias virtudes y menospreciar el nivel espiritual de los demás. Dirigiéndose en una parábola a los que “confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros”, Jesús condenó el orgullo del fariseo que oraba diciendo: “…Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres”; y alabó la humildad del publicano, que oraba de esta manera: “…Dios, sé propicio a mí, pecador” (véase Lucas 18:9–14).
En el Libro de Mormón se enseña que nuestro Padre Celestial “se acuerda de todo pueblo, sea cual fuere la tierra en que se hallaren… y sus entrañas de misericordia cubren toda la tierra” (Alma 26:37; véase también 1 Nefi 1:14). Debido al amor que tiene por todos Sus hijos, el Señor les ha proporcionado luz espiritual para que les sirva de guía y tengan una vida más plena. El élder Orson F. Whitney (1855–1931), del Quórum de los Doce Apóstoles, señaló que Dios “se vale no sólo de los del pueblo del convenio, sino también de otras personas, para realizar esta obra asombrosa, maravillosa y, en realidad, demasiado ardua para que este pequeño puñado de santos la realicen por sí solos” 2 .
El élder B. H. Roberts (1857–1933), de los Setenta, también habló de esta doctrina: “Aunque La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se ha establecido para la instrucción de los hombres y es uno de los instrumentos de Dios para dar a conocer la verdad, Él no está limitado a esa institución para llevar a cabo tales propósitos, ni en tiempo ni en lugar. Dios levanta a hombres sabios y a profetas aquí y allá entre todos los hijos de los hombres, de su propia lengua y nacionalidad, que les hablan a través de medios que pueden comprender… Todos los grandes maestros son siervos de Dios, en todas las naciones y en todas las épocas. Son hombres inspirados, designados para instruir a los hijos de Dios de acuerdo con las condiciones del tiempo y del lugar en los que se encuentren” 3 .
El profeta José Smith (1805–1844) solía hablar acerca del tema de la universalidad del amor de Dios y de la necesidad consiguiente de permanecer receptivos a todos los recursos disponibles de luz y conocimiento divinos. “Uno de los sublimes principios fundamentales del ‘mormonismo’ es recibir la verdad, sea cual fuere su origen” 4 . El Profeta exhortó a los miembros de la Iglesia a “recoger todos los principios buenos y verdaderos que hay en el mundo” y atesorarlos 5 .
Los líderes de la Iglesia han exhortado continuamente a los miembros a fomentar relaciones positivas con las personas de otras confesiones al reconocer la verdad espiritual que éstas poseen, haciendo hincapié en las semejanzas que existen en las creencias y el estilo de vida. Los líderes de la Iglesia nos enseñan a disentir de manera placentera. El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles, habló al respecto a los Santos de los Últimos Días y a los miembros de otras religiones durante una conferencia de área celebrada en Tahití: “Conserven toda la verdad y todo lo bueno que poseen. No abandonen ningún principio bueno y sólido. No renuncien a ninguna norma del pasado que sea buena, justa y verdadera. Nosotros creemos toda verdad que se encuentre en cualquier Iglesia en el mundo: Vengan y participen de la luz y la verdad adicionales que Dios ha restaurado hoy día. Cuanto más verdad tengamos, mayor será nuestro gozo aquí y ahora; cuanto más verdad recibamos, mayor será nuestro galardón en la eternidad” 6 .
Durante la conferencia general de octubre de 1991, el presidente Howard W. Hunter, en ese entonces Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Como miembros de la Iglesia de Jesucristo, procuramos reunir toda verdad; buscamos agrandar el círculo de amor y comprensión entre todas las gentes de la tierra. Por eso nos esforzamos por establecer la paz y la felicidad, no sólo dentro del mundo cristiano sino entre todo el género humano” 7 .
De igual modo, el élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, citó una declaración pública de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce Apóstoles fechada en octubre de 1992, en la que se llamaba “a toda la gente dondequiera que esté a comprometerse nuevamente a los ideales siempre honrados de la tolerancia y el respeto mutuos. En forma muy sincera creemos que al reconocernos los unos a los otros con consideración y compasión, descubriremos que todos nosotros podemos coexistir en forma pacífica a pesar de nuestras profundas diferencias”. Entonces agregó: “Esa declaración es una confirmación contemporánea de la súplica anterior del profeta José Smith con respecto a la tolerancia. Podemos responder en forma unánime; juntos podemos ser intolerantes ante la transgresión, pero a la vez ser tolerantes con nuestros vecinos que tengan diferencias que consideren sagradas. Nuestros queridos hermanos y hermanas de todo el mundo son hijos de Dios” 8 .
El Interés de los Santos de los Últimos Días En Mahoma
Uno de los notables ejemplos de la empresa de los Santos de los Últimos Días de atesorar principios verdaderos es la admiración que durante años han expresado los líderes de la Iglesia hacia las contribuciones espirituales de Mahoma.
Ya en 1855, en una época en la que la literatura cristiana solía ridiculizar a Mahoma, los élderes George A. Smith (1817–1875) y Parley P. Pratt (1807–1857), del Quórum de los Doce Apóstoles, pronunciaron largos discursos que demostraban un entendimiento exacto y equilibrado de la historia del islamismo, y ensalzaban el liderazgo de Mahoma. El élder Smith señaló que Mahoma era “descendiente de Abraham y no había duda de que había sido levantado por Dios con el propósito” de predicar en contra de la idolatría. El élder simpatizaba con la situación difícil de los musulmanes, quienes, al igual que los Santos de los Últimos Días, tenían dificultades para que se escribiera “una historia correcta sobre ellos”. A continuación, el élder Pratt expresó su admiración por las enseñanzas de Mahoma, afirmando que “por lo general… [los musulmanes] tienen mejores normas morales y mejores instituciones que muchas naciones cristianas” 9 .
La estima que los Santos de los Últimos Días tienen del papel de Mahoma en la historia se puede encontrar también en la declaración que la Primera Presidencia realizó en 1978 respecto al amor de Dios por toda la humanidad. En dicha declaración se menciona específicamente a Mahoma como uno de “los grandes líderes religiosos… de la humanidad” que recibió “una porción de la luz de Dios”, y afirma que “[Dios] dio [a esos líderes] verdades morales para que iluminaran a todas las naciones y brindaran a las personas un nivel más elevado de comprensión” 10 .
En años recientes, el respeto por el legado espiritual de Mahoma y por los valores religiosos de la comunidad islámica ha conducido a un incremento en el contacto y en la cooperación entre los Santos de los Últimos Días y los musulmanes de todo el mundo. Esta cooperación se debe en parte a la presencia de congregaciones de Santos de los Últimos Días en zonas como las costas orientales del Mediterráneo, el norte de África, el Golfo Pérsico y la zona sudeste de Asia. La Iglesia ha respetado las leyes y las tradiciones islámicas que prohíben la conversión de los musulmanes a otras religiones, adoptando para ello una política no proselitista en los países islámicos de Oriente Medio.
Aún así, abundan los ejemplos de diálogo y cooperación, incluso las visitas a las Oficinas Generales de la Iglesia en Salt Lake City por parte de dignatarios musulmanes; el uso de las plantas de envasado de la Iglesia por parte de musulmanes para la elaboración de alimentos halal(purificados mediante un ritual); el envío de ayuda humanitaria a zonas predominantemente musulmanas como Jordania, Kosovo y Turquía; acuerdos académicos entre la Universidad Brigham Young y diversas instituciones académicas y gubernamentales del mundo islámico; la existencia de una Asociación de Estudiantes Musulmanes en BYU; y la creciente colaboración entre la Iglesia y las organizaciones islámicas para salvaguardar los valores tradicionales de la familia en todo el mundo 11 . El inicio reciente del Programa de Traducciones Islámicas, patrocinado conjuntamente por BYU y la Iglesia, ha derivado en una serie de intercambios importantes entre dirigentes musulmanes y líderes Santos de los Últimos Días. Un embajador musulmán de las Naciones Unidas predijo que este programa de traducciones “jugará un papel positivo en el deseo de los países occidentales de tener una mejor comprensión del Islam” 12 .
Estos ejemplos de interacción entre Santos de los Últimos Días y musulmanes, junto con el establecimiento en 1989 de dos importantes centros de la Iglesia para el intercambio educativo y cultural en el Medio Oriente (Jerusalén y Amman), reflejan el respeto tradicional que los líderes de la Iglesia han demostrado desde tiempos antiguos por el Islam. Esas actividades son evidencia palpable de la empresa de los Santos de los Últimos Días por promover un mayor entendimiento del mundo musulmán y son evidencia del papel emergente que juega la Iglesia a fin de salvar las distancias que históricamente han existido entre musulmanes y cristianos. Un ministro de gobierno de Egipto, consciente de lo que los musulmanes y los Santos de los Últimos Días tienen en común, dijo en una ocasión al élder Howard W. Hunter, en aquel entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, que “si alguna vez se edificara un puente entre el cristianismo y el Islam, lo debería construir la Iglesia Mormona” 13.
La Vida de Mahoma
Entonces, ¿quién fue Mahoma y qué hay en su vida y en sus enseñanzas que ha despertado el interés y la admiración de los líderes de la Iglesia? ¿Qué puntos fuertes y virtudes podemos hallar en la experiencia musulmana que, como ha sugerido el presidente Hinckley, resultarán útiles para nuestra propia vida espiritual?
En los albores del siglo XXI, el Islam es una de las religiones más grandes y de mayor crecimiento en todo el mundo. Actualmente hay más de mil millones de musulmanes, casi un quinto de la población mundial, distribuidos principalmente por el sudeste de Asia, la India, el Oriente Medio y el norte de África, y hay poblaciones importantes en Europa y Norteamérica. Algunas proyecciones indican que el Islam llegará a ser la religión más numerosa del mundo durante la primera mitad de este nuevo siglo. Las raíces de este dinámico y, para algunos, incomprendido movimiento religioso, se remontan catorce siglos en el tiempo hasta los humildes comienzos y la labor fundacional de Mahoma, a quienes los musulmanes consideran que fue el último de una línea de profetas enviados por Dios para enseñar el Islam al mundo.
Mahoma, palabra árabe que significa “alabado”, nació aproximadamente en el año 570 e.c. 14 , en la Meca, una próspera ciudad que era el centro de intercambio comercial de caravanas y de peregrinajes religiosos en el noroeste de la península arábiga. Huérfano desde la infancia, tuvo una adolescencia sumida en la miseria; trabajó cuidando ganado para otros familiares y vecinos, ocupación que le permitía disponer de abundante tiempo para estar a solas y reflexionar en los grandes interrogantes de la vida. Entre sus convecinos, Mahoma se ganó una reputación de árbitro y pacificador de confianza, tal y como señala el relato siguiente:
“En cierta ocasión, los Quraish [la tribu de Mahoma] decidieron reconstruir la Ka’ba [el santo lugar], para volver a fijar las piedras encima de los cimientos. En una de las esquinas querían poner la piedra negra, pero no podían llegar a un acuerdo sobre quién debería tener el honor de colocarla. Habrían reñido violentamente si [Mahoma], el joven al que todos admiraban y en el que confiaban, no se hubiera aparecido por allí. [Le] pidieron… que solucionara la disputa. Les dijo que extendieran un gran manto y pusieran la piedra negra en medio, lo cual hicieron. Luego pidió a un hombre de cada uno de los cuatro clanes que disputaban, que tomara una de las esquinas del manto; de ese modo, todos compartieron el honor de portar la piedra” 15 .
A los 25 años de edad, Mahoma se casó con una viuda, Jadīya, que era quince años mayor que él y una próspera mercadera de caravanas. Conocedora de la reputación que él tenía de hombre honrado y trabajador, fue ella la que le propuso matrimonio, el cual resultó muy feliz y de éxito, y que dio al mundo cuatro hijas y dos hijos. Durante los quince años siguientes, Mahoma se ocupó con Jadīya de llevar el negocio familiar y criar a su familia. Durante ese tiempo solía retirarse a la soledad del desierto para orar, meditar y adorar. Había quedado decepcionado con la corrupción, la idolatría y las desigualdades sociales que abarrotaban la Meca y buscó una verdad más elevada que brindara paz, justicia y realización espiritual para él y para su pueblo.
En el año 610 e.c., a los 40 años de edad, su búsqueda espiritual y su preparación llegaron a su punto culminante. Según la historia islámica, una noche mientras Mahoma se hallaba en el monte Hira, cerca de la Meca, orando y meditando, el ángel Gabriel se le apareció para entregarle un mensaje de Dios ( Alá en árabe) 16 . Tres veces el ángel mandó a Mahoma: “Recita: En el nombre de tu Señor, que ha creado, ha creado al hombre de sangre coagulada. Recita: Tu Señor es el Munífico, que ha enseñado el uso del cálamo, ha enseñado al hombre lo que no sabía” (el Corán 96:1–5) 17 .
Durante 22 años, desde el 610 e.c. hasta su muerte, acaecida en el 632, Mahoma recibió comunicaciones que dijo procedían de Alá por mediación del ángel Gabriel, y que memorizó y recitaba verbalmente a sus discípulos. A este conjunto de recitados orales que indican la mente y la voluntad de Alá, los musulmanes le llaman Corán (“recitación”). Sin embargo, la prédica de Mahoma contra la idolatría, el politeísmo y el infanticidio femenino, así como otras corrupciones religiosas y sociales, encontraron una encarnizada oposición en la Meca. En ese temprano periodo se rechazó su mensaje en la Meca y tanto él como su recién creada comunidad de conversos, compuesto mayormente de unos cuantos familiares y amigos cercanos, se vieron rechazados, perseguidos y hasta torturados.
Entonces un grupo de hombres procedente de la ciudad de Yathrib pidió a Mahoma que arbitrara en los desacuerdos que estaban arruinando su ciudad. Mahoma vio en esto una oportunidad para aliviar el sufrimiento de sus seguidores y accedió a abandonar la Meca. Primero envió a sus seguidores y luego él mismo se dirigió a la ciudad, que llegaría a conocerse como Madinat an-Nabí (“La ciudad del profeta”), o simplemente Medina. Esta hégira o migración ( hi’yra, en árabe) de la Meca a Medina ocurrió en el año 622 e.c., año que señala el inicio del calendario musulmán. Los musulmanes vieron la hégira como un momento decisivo en la vida del profeta y en la naturaleza de la comunidad musulmana; y de ser un predicador rechazado, Mahoma pasó a ser un hombre de estado, legislador, juez, educador y líder militar. Los musulmanes disfrutaron de libertad en Medina para establecerse con seguridad, crear instituciones para el gobierno y la educación y convertirse en una comunidad próspera, a diferencia de su situación en la Meca, donde eran una minoría religiosa perseguida.
Pocos años después de la hégira, Mahoma pudo regresar a la Meca, donde sus enseñanzas fueron aceptándose poco a poco; y hoy día los musulmanes consideran la Meca como el centro espiritual del Islam y la más santa de las ciudades, con Medina y Jerusalén en segundo y tercer lugar respectivamente.
En el año 632, a los 62 años de edad, Mahoma murió inesperadamente tras una breve fiebre. Es irrefutable que Mahoma logró un éxito fenomenal, aun cuando su nombre y sus logros han sido objeto de controversia en la civilización occidental. Sin embargo, durante la última mitad del siglo XX, los historiadores que no eran musulmanes han sido más objetivos y halagüeños, llegando a reconocer que los logros de Mahoma tanto en el ámbito de la política como en el de la religión le hacen merecedor de un lugar como una de las figuras de mayor influencia en la historia.
Contrariamente al estereotipo que la civilización occidental tenía de Mahoma como enemigo de los cristianos, las fuentes musulmanas representan a un hombre de inagotable humildad, amabilidad, buen humor, generosidad y gustos sencillos. Aunque sonreía con frecuencia, se dice que casi nunca reía porque, como dice un famoso hadith (resumen de los dichos y hechos de Mahoma): “Si supierais lo que yo sé, lloraríais mucho y reiríais poco”. Su tierna naturaleza es evidente en el siguiente relato: “Un día se le acercó una ancianita para preguntarle si las mujeres viejas y maltrechas también irían al Paraíso. ‘No’, contestó él. ‘¡No hay mujeres viejas en el Paraíso!’, y volviéndose a la cara de consternación de la mujer, dijo con una sonrisa: ‘¡Todas se transformarán en el Paraíso, pues allí todos disfrutan por igual la flor de la edad!’”.
Daba sabiduría y consejos prácticos a sus seguidores. Cuando un hombre le preguntó si debía atar su camello, dado que confiaba en la protección y la ayuda de Dios, Mahoma respondió: “Primero amárralo y luego confía en Dios”. Algunos informes señalan que la familia de Mahoma era pobre y a menudo pasaba hambres, teniendo los medios para comprar pan sólo de vez en cuando. Su frase faqri fakhri, “mi pobreza es mi orgullo”, revela su pasión por los placeres sencillos, y posteriormente ese dicho lo adoptaron como lema los musulmanes ascéticos. Tenía especial predilección por los niños, permitiendo que sus dos nietos se le subieran a la espalda mientras él ofrecía sus oraciones. En una ocasión, un hombre lo criticó por besar a su nieto Hasan, diciendo: “Tengo diez hijos y jamás he besado a ninguno”. Mahoma respondió: “El que no muestra misericordia, no recibirá misericordia” 18 .
Durante el último discurso que pronunció en la mezquita de Medina, el mismo día de su muerte, Mahoma rebosó de humildad y magnanimidad al despedirse de su comunidad después de más de treinta años de sacrificio a favor de ellos. “Si hay un hombre cuyo honor haya mancillado, heme aquí para responder por ello. Si he causado daño físico a alguien de manera injustificada, estoy aquí para recibir mi castigo. Si le debo algo a alguien, he aquí mis pertenencias y que las disfrute… Nadie debiera decir: ‘Temo a la enemistad y al rencor del Mensajero de Dios’. No guardo resentimientos hacia nadie. Esas cosas son repugnantes para mi naturaleza y temperamento, y las aborrezco” 19 .
Con esa idea de Mahoma en mente, podemos entender por qué los musulmanes suelen bendecir su nombre, invocar su nombre en conversaciones y celebrar su nacimiento. Los musulmanes piadosos se esfuerzan por emular su ejemplo en todos los aspectos de la vida: la forma de vestir, la apariencia, los modales a la mesa, los ritos religiosos y la benevolencia para con los demás.
Las Enseñanzas de Mahoma
La vida islámica gira en torno a cinco principios básicos expresados de forma general en el Corán y expuestos en las enseñanzas y las costumbres (sunna, en árabe) de Mahoma. Estos cinco pilares son el testimonio de la fe, la oración, la limosna, el ayuno y la peregrinación a la Meca. Algunos ejemplos de las enseñanzas de Mahoma sobre la limosna caritativa y el ayuno ilustran su forma de enseñar y su papel fundamental en la vida musulmana.
El principio de la limosna tiene por objeto cuidar de los pobres y fomentar la compenetración en la comunidad de creyentes. En el Corán se establece que la caridad y la compasión, y no la observancia mecánica de los rituales, es lo que define la dignidad de la persona a la vista de Dios (2:177). Los dichos de Mahoma enseñan claramente la práctica de la caridad:
- “Ninguno de vosotros cree [de verdad] sino hasta que desee para su hermano lo mismo que desea para sí”.
- “Con todo su ser, toda persona debe hacer un acto de caridad cada día que salga el sol: actuar con justicia entre dos personas es caridad; ayudar a un hombre con su montura, ayudándole a montar o sujetándole sus pertenencias al animal es caridad; una buena palabra es caridad; cada paso que da para orar es caridad; y retirar algo dañino del camino es caridad”.
- “La caridad extingue el pecado tal como el agua apaga el fuego”.
- “El sonreír a otra persona es un acto de caridad”.
- “El que duerme con el estómago lleno sabiendo que su vecino pasa hambre [es un incrédulo]” 20 .
Los musulmanes entienden que el ayuno cumple con un doble objetivo: lograr un estado de humildad y así entregar el alma a Dios, y fomentar la compasión y el cuidado de los pobres de la comunidad. De este modo, el ayuno y las limosnas son inseparables: el acto de imponerse privaciones no puede estar completo sin el dar de uno mismo.
Mientras vivía en El Cairo, Egipto, recordé la existencia de este principio entre los musulmanes y la profunda influencia que para ellos tiene el ejemplo de Mahoma durante el mes santo de ayuno, el Ramadán 21 . Un amigo musulmán, Nabil, nos invitó a mi familia y a mí a participar de la cena con la que ponen fin al ayuno. Al entrar en su modesto apartamento situado en uno de los sectores más pobres de El Cairo, me percaté de que uno de los cuartos estaba ocupado por un buen número de mujeres con sus hijos; todos estaban sentados en el suelo, con comida ante ellos sobre un mantel, aguardando en silencio el llamado a orar que cada día señala el fin del ayuno. Cuando le pregunté si eran parientes suyos, Nabil contestó: “No, no conozco a ninguno de ellos. Tenemos por costumbre invitar a desconocidos que encontramos en la calle que no tienen los medios para comprar buenos alimentos, a fin de compartir con ellos nuestra comida del Ramadán; lo hacemos porque era una de las prácticas de nuestro profeta, Mahoma”.
La generosidad y la compasión de mi amigo hacia los pobres me conmovieron enormemente, y aprendí una lección de humildad a través de su buen ejemplo de observar un principio de la Biblia que yo había aprendido años atrás, pero que rara vez había llevado a la práctica: “Dijo también al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos…Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos;y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar” (Lucas 14:12–14).
El Punto de Vista de los Santos de los Últimos Días
¿Qué concepto debemos tener los Santos de los Últimos Días de la comunidad musulmana? El mejor enfoque es reconocer las verdades y los valores que compartimos con nuestros hermanos y hermanas musulmanes, aunque al mismo tiempo reconozcamos con cortesía que existen diferencias teológicas. Ciertamente, los Santos de los Últimos Días no concuerdan con las enseñanzas islámicas que niegan la divinidad de Jesucristo, la necesidad de tener profetas modernos o el principio del progreso eterno. Pero al ser humildes y receptivos a la luz espiritual dondequiera que ésta se encuentre, podemos beneficiarnos de las perspectivas religiosas de los musulmanes y afirmar los elementos que tenemos en común, tales como la creencia en la fe, la oración, el ayuno, el arrepentimiento, la compasión, la modestia y las familias fuertes como piedras angulares de la espiritualidad individual y de la vida de la comunidad 22 .
En una reunión con dignatarios musulmanes, el élder Neal A. Maxwell, del Quórum de los Doce Apóstoles, se concentró en el legado espiritual común de mormones y musulmanes. Tras citar un versículo del Corán, señaló: “Dios es la fuente de luz en el cielo y en la tierra. Compartimos esa creencia con ustedes. Nos oponemos al mundo secular. Al igual que ustedes, creemos que la vida tiene significado y propósito… Reverenciamos la institución de la familia… Les rendimos homenaje por la preocupación que tienen hacia la familia… El respeto, la amistad y el amor mutuos son cosas preciadas en el mundo actual. Eso es lo que sentimos por nuestros hermanos y hermanas musulmanes. El amor jamás necesita visado; cruza todas las fronteras y vincula a las generaciones y a las culturas” 23 .
En uno de los discursos más elocuentes que pronunció sobre la tolerancia y la compasión, el profeta José Smith exhortó a los santos a ampliar su visión de la familia humana, a ver a las personas de otras creencias y culturas como lo hace nuestro Padre Celestial, en vez de hacerlo con las “estrechas y contraídas ideas de los hombres”. Enseñó que en el último día, el Padre tendrá en cuenta las complejas circunstancias personales, políticas y sociales y emitirá un juicio final basado en la perspectiva divina y misericordiosa que sobrepasa nuestra limitada capacidad humana:
“Pero mientras una parte de la raza humana juzga y condena a la otra sin compasión, el Gran Padre del universo vela por toda la familia humana con paternal cuidado y consideración; y sin ninguno de estos sentimientos mezquinos que influyen en los hijos de los hombres, ‘hace que su sol salga sobre los malos y los buenos, y llueva sobre justos e injustos’. Él tiene el timón del juicio en sus manos; es un sabio Legislador, y juzgará a todos los hombres, no de acuerdo con las estrechas y contraídas ideas de los hombres, sino ‘según lo que hubiere hecho por medio del cuerpo, ahora sea bueno o malo’, sea que se hagan estas cosas en Inglaterra, América, España, Turquía o la India. Juzgará al hombre ‘por lo que tiene, no por lo que no tiene’, y los que hayan vivido sin ley, serán juzgados sin ley; y los que tuvieren una ley, serán juzgados por esa ley. No hay razón para dudar de la inteligencia y el juicio del Gran Jehová. Él impartirá juicio y misericordia a todas las naciones de conformidad con lo que respectivamente merezcan: sus maneras de obtener inteligencia, las leyes por medio de las cuales se gobernaron, las facilidades que se les dieron para obtener información correcta y sus inescrutables propósitos con relación a la familia humana; y cuando se manifiesten los propósitos de Dios y se despliegue la cortina de lo futuro, todos nosotros finalmente tendremos que confesar que el Juez de toda la tierra ha obrado con justicia” 24 .
En respuesta a las preguntas relativas a las relaciones interconfesionales, me siento agradecido de poder decir que pertenecemos a una Iglesia que afirma las verdades que enseñaron Mahoma y otros ilustres maestros, reformadores y fundadores religiosos. Reconocemos la bondad que se refleja en la vida de los que pertenecen a otras comunidades religiosas, y si bien no comprometemos las verdades eternas reveladas del Evangelio restaurado, evitamos una relación contenciosa con otras confesiones. Antes bien, de acuerdo con el consejo profético actual, nos esforzamos por atesorar lo que es virtuoso y digno de alabanza en otras religiones y cultivar una actitud de “gratitud afirmativa” hacia ellas. Como Santos de los Últimos Días, podemos respetar y beneficiarnos de la luz espiritual que tienen otras religiones al mismo tiempo que tratamos de compartir con humildad la porción adicional de verdad eterna que nos proporciona la revelación de los últimos días.
*Los musulmanes son los seguidores de la religión llamada Islam (que significa “sumisión a Dios”). Las Escrituras islámicas se hallan en el Corán.
James A. Toronto es profesor adjunto de Estudios Islámicos y Religión Comparada en la Universidad Brigham Young.
Notas
1. Citado por Sheri L. Dew en Go Forward with Faith: The Biography of Gordon B. Hinckley, 1996, págs. 536, 576.
2. En Conference Report, abril de 1921, págs. 32–33.
3. Defense of the Faith and the Saints, 2 tomos, 1907, tomo I, págs. 512–513.
4. Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 383.
5. Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 387.
6. Citado por Russell M. Nelson en “ ‘Llena nuestro corazón de tolerancia y amor’ ”, Liahona, julio de 1994, pág. 80.
7. “El Evangelio: Una fe universal”, Liahona, enero de 1992, pág. 19.
8. Liahona, julio de 1994, pág. 81; cursiva en el original.
9. Véase Deseret News, 10 de octubre de 1855, págs. 242, 245.
10. Declaración de la Primera Presidencia, 15 de febrero de 1978.
11. Las actividades relacionadas con la familia se coordinan a través del World Family Policy Center (Centro Mundial de Política Familiar) en la Universidad Brigham Young. Este centro patrocina una coalición internacional e interconfesional, el World Congress of Families (Congreso Mundial de las Familias), integrado entre otros por representantes de muchos países islámicos.
12. Véase Michael R. Leonard, “Islamic diplomats hosted in New York”,Church News, 3 de abril de 1999, pág. 6.
13. Howard W. Hunter, “‘All Are Alike unto God’”, Ensign, junio de 1979, pág. 74.
14. e.c. quiere decir Era Común, equivalente en tiempo al cristiano d. de J. C.
15. Iqbal Ahmad Azami, Muhammad the Beloved Prophet, 1990, págs. 14–15. La Ka’ba es el santuario de la Meca cuya edificación los musulmanes atribuyen a Abraham y a su hijo Ismael.
16. Alá es una contracción del árabe al-ilah, que literalmente significa “el Dios”. Es la palabra que emplean los musulmanes y los árabes cristianos para referirse a Dios, y que también se emplea en las Escrituras y las prácticas de los Santos de los Últimos Días del mundo de habla árabe.
17. J. Arberry, traductor, The Koran Interpreted, 1955, pág. 344.
18. Esas anécdotas sobre la personalidad de Mahoma se encuentran en Annemarie Schimmel, And Muhammad Is His Messenger: The Veneration of the Prophet in Islamic Piety, 1985, págs. 46–49.
19. Ja’far Qasimi, “The Life of the Prophet”, en Islamic Spirituality, editado por Seyyed Hossein Nasr, 1991, pág. 92.
20. Los tres primeros hadith aquí citados proceden de al-Arba’in al-Nawawiyya [Nawawi’s Forty Hadith], 1976, págs. 56, 88, 98. Los últimos dos los registró el autor durante las conversaciones que sostuvo con amigos y conocidos musulmanes.
21. Durante el Ramadán, los musulmanes ayunan desde el alba hasta el anochecer durante treinta días seguidos, absteniéndose de alimentos, bebidas, tabaco y otros placeres físicos.
22. Para saber más del mundo musulmán o de las diferencias y similitudes doctrinales, véase Daniel C. Peterson, Abraham Divided: An LDS Perspective on the Middle East, 1995, o James A. Toronto, “Islam”, en Spencer J. Palmer y Roger R. Keller, Religions of the World: A Latter-day Saint View, 1997, págs. 213–241.
23. Church News, 3 de abril de 1999, pág. 6, y notas y observaciones personales del autor.
24. Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 265.
Fuente: Liahona junio 2002
via: Zona Mormon