5 razones por las que Dios está presente incluso en la tormenta

marzo 29, 2014 • mormonismo • Views: 5413

¿Por qué suceden cosas malas a la gente buena? Es probablemente la pregunta más antigua del mundo, y nadie realmente tiene una buena respuesta. En un mundo donde los niños enferman de cáncer, donde secuestran a los estudiantes universitarios, donde los matrimonios se disuelven, y donde los tifones arrasan archipiélagos, es fácil preguntarse dónde está Dios en todos esos dolores. Si Dios abarca todo lo bueno, ¿por qué este mundo está lleno de tantas cosas malas?

1. La verdad perfecta en un mundo imperfecto

Sí, Dios es perfecto. Es perfectamente bueno. Sin embargo, este mundo y las personas en él no somos perfectos. Cuando Dios nos envió aquí, Él nos dio nuestro albedrío moral, la capacidad de elegir entre el bien y el mal. Esto significa que Él nunca va a interferir con el derecho de una persona a elegir, incluso si esa elección es perjudicial. A veces tomamos decisiones que pueden ser apropiadas para nosotros individualmente, pero que aún pueden herir a los demás (como la ruptura de una relación).

terremoto-desastre-naturalEsta tierra también es imperfecta. Esto significa que los desastres naturales son parte del curso: terremotos, huracanes, incendios forestales, inundaciones, tsunamis y tifones. En la Biblia, Dios a veces usa los desastres naturales para acabar con la maldad, pero no hay manera de que podamos hacer esos juicios ahora. Nuestro trabajo es simplemente prepararnos todo lo que podamos, y dar lo mucho que podamos en tiempo, dinero y suministros a aquellos que lo necesitan.

2. Necesitamos la adversidad

Si llegamos a esta tierra para tomar decisiones, entonces necesitamos la oposición en esas elecciones. En el Libro de Mormón (Un libro de escritura antigua crónica de las civilizaciones de la América antigua) leemos que «es preciso que haya una oposición en todas las cosas. Pues de otro modo… no se podría llevar a efecto la rectitud ni la iniquidad, ni tampoco la santidad ni la miseria, ni el bien ni el mal» (2 Nefi 02:11). Sin oposición no seríamos capaces de tomar decisiones.

Si las cosas malas nunca nos sucedieran, nosotros no sentiríamos de forma natural la necesidad de cambiar o de arrepentirnos o de buscar a Dios. Si nunca hemos experimentado la adversidad no conocemos verdaderamente lo que la felicidad o la paz es. Cuando nos sometemos a las dificultades, llegamos a conocer al Salvador de maneras más preciosas y reales.

El Presidente Henry B. Eyring, Primer Consejero de la Primera Presidencia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (denominada inadvertidamente como la Iglesia «Mormón»), dijo lo siguiente sobre la adversidad:

Todos debemos enfrentar la adversidad. Habrá períodos, algunas veces largos, en que nuestra vida parezca tener muy pocas dificultades; pero por nuestra condición de seres humanos, es natural que lo agradable dé paso a la aflicción, que los tiempos de buena salud lleguen a su fin y que sobrevenga la desdicha. Particularmente si los tiempos de comodidad se han extendido, el advenimiento del sufrimiento o la pérdida de seguridad económica tal vez traigan consigo temor y aun enojo (Henry B. Eyring, «La Adversidad«, Liahona, mayo de 2009).

Nadie puede ir por la vida terrenal y escapar de las cosas malas. Es parte de la experiencia, y Dios estará con nosotros a través de todo.

3. Aprendemos a volvernos a Dios

Orar-nos-pone-en-las-manos-de-DiosA veces, cuando suceden cosas malas, es difícil de aceptarlas con gracia. Eventualmente estamos enojados y asustados y consumidos por pensamientos de injusticia. Es normal, sentirse de esta manera, aunque no es lo más productivo. Cuando estamos en medio de los desafíos y la tragedia, el Padre Celestial está siempre con nosotros, incluso cuando decidimos rechazar Su amor. Por el contrario, cuando elegimos abrirnos a Su compasión, nos acercamos a Él y sentimos más a fondo el amor que Él tiene para nosotros.

Mi propósito hoy es asegurarles que nuestro Padre Celestial y el Salvador viven y que aman a toda la humanidad. El solo hecho de que tengamos la oportunidad de enfrentar la adversidad y la aflicción es parte de la evidencia de Su amor infinito. Dios nos dio el don de vivir como seres mortales a fin de que nos preparáramos para recibir el más grande de todos Sus dones, que es la vida eterna. Entonces, nuestro espíritu cambiará, y seremos capaces de querer lo que Dios quiera, de pensar como Él piense, y así estar preparados para que se nos confíe una posteridad sin fin, para enseñar y guiar durante las pruebas, para que merezcan vivir por siempre en la vida eterna. (Henry B. Eyring, «La Adversidad«, Liahona, mayo de 2009).

4. La adversidad nos enseña la compasión

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Las características más importantes que podríamos esperar cultivar en esta vida son las que nuestro Salvador vivió: el amor, la bondad, la compasión y la misericordia. La adversidad en nuestras vidas y en la vida de los demás nos da la oportunidad de buscar aquellas cualidades más tiernas. Si las cosas malas no suceden en este mundo, ¿dónde aprenderíamos a dar, cómo aceptar ayuda, cómo sentir por las personas que ni siquiera conocemos? Las pruebas pueden ser divisivas, pero también pueden unificar a nuestras comunidades, países, e incluso a todo el mundo.

Sin la adversidad, nuestro mundo sería plano y poco progresista. La adversidad desafía el espíritu humano a crecer, vencer, y creer. El enfrentar dificultades nos refina y nos hace mejores personas de lo que podríamos ser de otra manera. Nosotros no tenemos que estar emocionados cuando suceden cosas malas, pero por medio de Jesucristo, encontraremos las oportunidades de volvernos más como él.

5.- Se nos recuerda que Dios está siempre con nosotros, en tiempos de paz y de prueba

quedaos-tranquilos-y-sabed-que-yo-soy-dios-01El hecho de que sucedan cosas malas, no significa que Dios nos haya abandonado. Los desastres no son prueba de que Dios no existe. Las dificultades, ya sea en forma de lesión personal, enfermedad o catástrofe generalizada, en realidad apoya la existencia de un amoroso Padre Celestial. No importa quiénes somos ni dónde estamos podemos invocarle por fortaleza y comodidad, antes, durante y después de la adversidad. La verdad es que todos y cada uno de nosotros experimentaremos la adversidad. Nosotros lo podemos hacer solos, o podemos hacerlo con Dios. Cuando tratamos con nuestras penurias junto al Padre Celestial, nos encontraremos con una paz singular que no pudimos encontrar en ningún otro lugar. Jesucristo sufrió por todos nosotros, y Su sacrificio lo califica para ser el bálsamo perfecto para nuestros dolores, nos permite ayudar y consolar a otros. Podemos llegar a ser mejores hombres y mujeres a causa de Jesucristo.

Dios está siempre con nosotros, en los buenos y malos momentos. Él permite que los tiempos difíciles sucedan porque Él quiere que crezcamos y cambiemos. A veces esas pruebas son casi insoportables. A veces incluso hacen que un ser querido haya dejado este mundo. A causa de Jesucristo, veremos a nuestros amigos y familias después de esta vida. Gracias al Salvador la adversidad no tiene que ser desesperanzadora. Por el contrario, la adversidad es la prueba de un Padre amoroso y siempre presente en el Cielo.

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